viernes, 9 de marzo de 2012

Sobre Ambulante...




La gira de documentales Ambulante del presente año fue la más concurrida a la que he asistido hasta ahora. Desafortunadamente por ésta y otras razones referentes a la desorganización de la gira, no pude asistir a tantas funciones como en años anteriores; no obstante, tuve la oportunidad de ver siete filmes: The people vs George Lucas, Tiroteo, The Libertines, Una noche en el 67, Los viajes  de A tribe called quest,  Bombay Beach  y The Arbor.

Principalmente me gustaría abordar estos dos últimos, ya que en mi opinión, a pesar de las diferencias entre sus temas, ambos caen en errores similares:

Desde el inicio del documental, la ficción fue un elemento inherente a éste. Siempre se supo que la verdad absoluta y objetiva jamás llegaría a ser capturada a través de una lente. No obstante, son las realidades engañosas las que uno como público aprecia más en un documental, tales como las que se dan en Nanook of the North y Man of Aran, ambas de Robert Flaherty.    Un ejemplo más reciente se encuentra en Catfish de Henry Joost y Ariel Schulman, la cual, a pesar de las múltiples críticas que señalan los altos niveles de ficción dentro de la película, ésta se mantiene como una sólida propuesta cinematográfica y con un interesante mensaje.

El primer largometraje de Clio Barnard, The Arbor, plantea desde el principio que todas las entrevistas dentro de éste son en realidad  puestas en escena basadas en testimonios y personas reales. Dicho factor llamó rápidamente mi atención y comencé a formularme una serie de preguntas: ¿Porqué no habrá entrevistado a las personas verdaderas? ¿Habrá tenido problemas en contactarse con ellas? ¿Le habrán pedido que no mostrara su imagen? ¿Será que el tema sea tan complejo que amerite la utilización de actores? Todas éstas dudas me las formulé con cierto entusiasmo, pero mientras avanzaba la película las  deseché poco a poco.



El documental relata  la historia de la joven dramaturga Andrea Dunbard y cómo es que sus actos y adicciones terminaron por afectar la vida de sus hijas Lorraine y Lisa.

Ciertamente la película está llena de drama e interesantes conflictos interpersonales, sin embargo, no podía evitar la sensación de que en realidad estaba viendo algo, en cierta medida, morboso. En un punto del filme, la historia comienza a centrarse en la vida de Lorraine, en sus adicciones y la pérdida de su hijo, y en múltiples ocasiones la cámara se centra en el sufrido rostro de ella (o más bien, de su representación), para verla reflexionar sobre su vida o derramar unas cuántas lágrimas. No me pareció correcto.

Sí, he mencionado que la ficción es un elemento inherente del documental, pero si se está tratando con un tema con ése nivel de intimidad personal, ¿No es justo que las personas reales sean quienes den sus propios testimonios? Sí, debo admitir que las actuaciones son bastante convincentes, y he ahí el mérito de la película, ¿Pero acaso no las microexpresiones, valen tanto en una entrevista como las palabras que dice el entrevistado? Uno no puede esperar que por más preparados que sus actores sean, estos otorguen los exactos mismos gestos y microexpresiones de los personajes que pretenden encarnar.
De ésta manera, me pareció que The Arbor no sólo falló en contar efectivamente su historia, sino también de otorgarle una verdadera reflexión al espectador.

Por otra parte está el filme de Alma Har’el, Bombay Beach, el cual relata las vidas de varios individuos que tienen en común residir en una decadente región de los Estados Unidos, donde el espíritu del sueño americano no logró establecerse.
Escena de Bombay Beach
Hablar de éste filme me causa algo de conflicto, ya que, por una parte admito que llegó a conmoverme e incitarme a reflexionar sobre el significado de la felicidad y su relación directa con el entorno que lo rodea a uno; no obstante, las secuencias montadas que se intercalan con las entrevistas provocan que uno como espectador se salga del “mood” de la película y le haga pensar que todo es en realidad una puesta en escena…y muy probablemente lo sea, pero al igual que en los filmes de Flaherty, se trata de una ficción que uno quiere creer.

Una pareja en conflicto con Control Parental y su niño con déficit de atención, un viejo que ya no le encuentra significado a la vida y un joven enamorado de una chica que se encuentra en una relación, son los focos sobre los cuáles se centra la película. En el caso del viejo, a mi parecer, la historia se relata de manera muy eficaz al trasmitir la soledad que éste siente; por su parte,  la historia de la pareja y su hijo, a pesar de sus momentos melodramáticos o “cursis”, llega a ser muy conmovedora; sin embargo, el caso del muchacho enamorado es en mi opinión el más forzado de todos: Las entrevistas no son nada verosímiles, varias de sus escenas parecen ser parte de un reality show, y una de sus secuencias montadas  (en la que el muchacho sale en una cita con su enamorada) cae irrefutablemente en lo ridículo.

Bombay Beach no es a mis ojos una película fallida, sin embargo creo que se asemeja a The Arbor en no lograr trasmitir completamente su mensaje.         Además, al verla, uno como espectador no sabe si o dejarse llevar por la ficción o tener bien presente que eso es lo que se ve: una ficción.

Respecto al resto de los filmes que vi éste año puedo decir que a pesar de sus propios defectos, me parecieron muy interesantes.

De la sección de “sonidero” vi tres documentales: Una noche en el 67, Los viajes de A tribe called quest y The Libertines. Estos dos últimos se asemejan en cuanto a que buscan relatar la trayectoria de un determinado grupo musical y profundizar en la relación de sus integrantes; sin embargo, creo que Michael Rapaport ( director de Los viajes de A tribe called quest) logra una narrativa mucho más  cautivante que la de  la Roger Sargent ( director de The Libertines), ya que, mientras éste último basa su filme en  grabaciones de largas entrevistas, Rapaport acompaña sus testimonios con imágenes,  animaciones y música que, a mi parecer, trasmiten de manera efectiva la esencia del hip-hop, el género musical sobre el cual se centra el filme.

Por su parte, Una noche en el 67 de Ricardo Calil y Renato Terra, narra los acontecimientos sobresalientes de uno de los festivales que definió el rumbo de la música brasileña. El tema resulta muy interesante y, lógicamente, la música ameniza todo el filme; sin embargo, diría yo que su único y principal defecto es la carencia de material, ya que  tan sólo se utilizan las entrevistas con los músicos, intercaladas con secuencias del festival, lo cuál puede llegar a ser un poco tedioso.

No puedo decir que éste haya sido uno de los mejores  documentales que he visto, pero creo que The people vs. George Lucas de Alexandre O. Phillipe (Donde se muestra la turbulenta relación que el director tiene con sus fans) utiliza una narrativa muy buena, al relatar un conflicto en constante asenso, y descrito por muy diversos puntos de vista.Por supuesto, todo esto acompañado de un buen toque de humor.


Para ser sincero, el documental no era un género que llamase  mi atención hasta hace poco. Consideraba que, siendo yo un aspirante a guionista, ésta era una rama del cine donde mi capacidad como narrador se encontraba completamente limitada por la información obtenida de la investigación y  los datos duros.  No obstante, en los últimos meses he llegado a la conclusión de que el núcleo de un buen documental no siempre radica en encontrar un tema único e inexplorado (lo cuál también puede ser importante), sino en saber presentar el tema elegido, en estructurar la información; en encontrar un código narrativo que de sentido a todas las piezas que le han sido otorgadas a uno, para atrapar al público, cautivarlo y moverlo a la reflexión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario